El cine a lo largo de la historia
ha sido un medio comunicativo plenamente utilizado con todo tipo de fines
publicitarios y propagandísticos; por ejemplo, durante la época de la Segunda
Guerra Mundial el cine se convirtió en una cuestión de estado para ambos bandos
en combate: mientras Estados Unidos y los aliados creaban películas pro
militares, tales como Contra el Sol Naciente (1943), que
exaltaban el papel del soldado como héroe libertador (lo que influyo en miles
de jóvenes americanos para que fueran a enlistarse con ansias de "defender
la patria y la libertad"), en Alemania el cine nazi se regodeaba en
mostrar la supuesta superioridad de la raza aria, con filmes como El
triunfo de la voluntad (1936), e incluso para este fin se llegaría a
la creación del Ministerio del Reich para la Ilustración
Pública y Propaganda en 1933, encabezado por el
infame Joseph Goebbels. En ambos casos no se puede negar el
anhelo de estos gobiernos para que los medios influyeran pro
activamente en la mentalidad de la ciudadanía, generando
opiniones e ideas a su conveniencia respecto a quienes eran "los
buenos y los malos" de la guerra. Un fenómeno parecido ocurre en la
actualidad en México, pues, son empresas con intereses privados quienes
muchas veces deciden que películas llegaran a las salas de los cines,
aunque no sea mediante la pura censura, si por medio del apoyo (o en el caso
opuesto, la falta del mismo) a ciertos proyectos cinematográficos, particularmente aquellos
que no poseen elementos incómodos o polémicos para el
espectador, al que se le vende la visión de una realidad ideal, sin
conflictos y con discursos sencillos que termina por instaurarse en
la conciencia cultural mexicana y crea una percepción ficticia de lo
que es la nación.
Ahora,
para la actualidad la forma más extendida de influencia en el cine es
la publicidad; no es raro ver como las marcas patrocinan películas a
cambio de que sus productos aparezcan en estas, estos es lo que se conoce
como Product Placement. Un ejemplo notorio es como debido a
una escena de E.T. (1982) en que el simpático alíen
es atraído con chocolates Reese’s Pieces, las ventas de la
marca aumentaron en un sesenta y tres por ciento. El cine moderno sabe que
somos consumidores y nos trata como tales al
intentar constantemente de vendernos productos, enfocando lo
emocional en ellos.
Tantos
factores han llevado al cine a posicionarse como unos de los medios
de comunicación más influyentes del siglo XXI, una puerta que nos
lleva hacia nuevas realidades y formas de entender el mundo alrededor nuestro,
o que nos encierra en aquellas que otros han confeccionado meticulosamente para
nosotros. Nuestra tarea como espectadores, ya sea de películas o de cualquier otro medio de comunicación, es distinguir críticamente entre estos dos tipos de puertas y
reconocer si la manera en que pensamos y actuamos proviene de manera genuina
desde nosotros, o si acaso hemos sido influidos (sin saberlo, o incluso contra nuestra voluntad) por aquellos tras la cámara.
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